jueves, 19 de agosto de 2010

Te extraño Huixtla.

“La ciudad más hermosa es la que mis ojos todavía no conocen”
Nazim Hikmet.

Por: Lustein Baldemar López Alcázar.
Cuando veo un acetato de vinil de los llamados L.P. (Long play), experimento la nostalgia por los recuerdos de mi niñez. Viene a mi mente aquella consola donde escuchaba los discos que mis hermanos compraban o que los pretendientes regalaban a mis hermanas. Las tardes calurosas e incansables de futbol en la calle, cuando el calor no era culpa del calentamiento global, sino del “aquí hace calor y punto”. Como poder olvidar aquellos aguaceros que no causaban miedo, nadie hablaba de los frentes fríos, de tormentas tropicales o huracanes. Total, aquí solo existen tres estaciones; tiempo de agua, tiempo de seca y la estación del tren.
Jugar en las noches a los encantados y las escondidas, sin miedo por un asaltante, o un chofer que viajara a alta velocidad era algo cotidiano, recuerdo que no pasaban carros por la avenida donde vivíamos. No teníamos televisión y en la casa de doña Julia veíamos los miércoles “El chapulín colorado” y el lunes “El chavo del ocho”. Pareciera que aún tengo impregnado el aroma del mole con que doña “Toyita” bañaba sus enchiladas.
Haber crecido en este terruño ha sido una experiencia suigeneris por la tranquilidad que tenía Huixtla. Lugar pintoresco con sus personajes tan peculiares, tan únicos. No cualquiera tiene a un Unga, un Toropi o al singular Neto; son personajes que no se ven en cualquier lugar y son primeros actores en la puesta en escena de esta tierra cálida.
Cada vez que camino por las calles de Huixtla, me entristece darme cuenta que estamos tan lejos de ser una ciudad de empuje y desarrollo; plagada de casas de empeño, cantinas e invadida por el ambulantaje, con serios problemas de vialidad y con desabasto de agua. Todo esto me hace añorar al Huixtla del ayer, de mi ayer joven; porque no soy viejo.
Me gustaría volver a caminar una calle empedrada, y poder saludar al señor que viaja en su carretón a dejar las cosas de una señora que vende en el mercado. Escuchar el grito de un jinete cabalgando con sus tambos llenos de leche. Sería tan cotidiano en una mañana cualquiera volver a oír el silbato del tren y ver como la gente se apresura para abordarlo. O esperar afuera de la casa a mi mamá con su canasta llena de cosas para tomar café San Luis y pan de donde doña Margarita, mientras observo la gran fila en la tortillería “La india María”
Que tiempos aquellos, cuando la escenografía de Huixtla era adornada con casas de tejas y cercas de laurel, con atardeceres lluviosos entre pan y café. Aquellos tiempos en que la vida social era menos protocolaria, en el que las fiestas se hacían a media calle y no faltaba la marimba. O que decir de aquellos bailes en el club de leones y las tardeadas de la “Black and White”.
Esperar en la adoquinada avenida central un desfile interminable en fechas cívicas, comandado siempre al frente por el inigualable Neto. Ser testigo desde la peluquería de mi papá de la sacada de ficha de los de la prepa que antes eran peloneados. Me gustaría volver a escuchar el estruendo de voces en el estadio Anáhuac gritando ¡gool! en una gran final de futbol entre el Hamburgo y el Cruz Azul. Encender el radio e imaginar las aventuras de “Kaliman” ó del “Rayo de plata”. Escuchar la inigualable voz de don Héctor Cruz anunciando el programa “Al son de la marimba” en la XEKY.
Caminar un 25 de Diciembre por las veredas que nos llevaban a la “poza azul” o a la de “poza de los japones”, y comer mango o caimito de a gratis con tanto árbol que se encontraba en el camino.
Salir una noche y e ir en dirección de la avenida central y ver una película en el desaparecido cine y finalizar cenando por el parque en “Tacorama” o pasar a esperar a que Cornelio tenga menos gente, para poder comer unos tacos con mucha cebolla sin que te hagan mala cara o te la cobren extra. Quisiera volver a escuchar el peculiar sonido del telégrafo cuando me tocaba hacer fila para el envío de dinero a mi hermano Eddy a Tuxtla.
El Huixtla de calles adoquinadas, de argentinas; de un palacio antiguo, falleció, se perdió por el desarrollo inminente o quizá por la falta de planeación de nuestros gobernantes que no se asesoraron con personas que sabían, para que nuestra ciudad tuviera un toque distinto en el Soconusco. Apenas se conserva un edificio antiguo que tiene más de cien años y es la estación del tren, pero está en total abandono entre orines, eses fecales y ambulantaje. Que mala cara tenemos y que falta de gusto nos caracteriza. Añoro el Huixtla de mi ayer, apenas joven pero distinto, muy distinto al que destruyeron las ideas inútiles de los que les toco presidir nuestra ciudad.