jueves, 17 de septiembre de 2009

Homenaje postumo.

Por: Lustein Baldemar López Alcázar.

No tuve tiempo de agradecer, hacer un homenaje o reconocimiento; por su servicio incansable, fidelidad, profesionalismo y entrega a su trabajo. Lo cierto es que cada día que pasa, la extraño más. Y como no echarla de menos, si fue alguien que era parte de mi, que estuvo en situaciones difíciles que para mi eran verdaderos momentos de placer. Mientras ella sufría y se abatía por el dolor, yo comía como desesperado. A veces somos ingratos con lo que tenemos, y que cierto resulta aquel adagio que dice: “Nadie sabe lo que tiene, hasta que lo ve perdido”.
Hoy quiero dedicar este relato a manera de homenaje a esa parte de mí que se ha tenido que retirar. Ella se fue sin SAR, sin pensiones, sin hacer huelga. Solo dijo “Hasta aquí llegué, hasta nunca”. Les diré que me causo ansiedad cuando protestó que no podía más. Fue una crisis dura, un dolor intenso y más aún porque mientras dormía; ella se fue. Me dejo una gran herida que no olvidaré el resto de mi vida, es como una puñalada enorme y asestada de frente.
La historia de su partida ocurrió cuando yo estaba rendido por un sueño inducido y sucedió de la siguiente manera:
El veinticuatro de febrero parece que mi vida se detuvo un momento. Ingrese al hospital del IMSS Huixtla; tenia una cita con mi destino. Era algo sencillo, normal y hasta rutinario para los que allí laboran. Pero, para mí; era como ingresar a una burbuja en donde se detiene el tiempo. Un lugar suigeneris; en el que seres como yo, se visten de blanco y pelean la batalla entre la vida y la muerte. Batalla de donde muchos regresan victoriosos y otros sucumben ante la realidad y la condición de ser mortal.
Estar ahí es como nacer de nuevo; si, le dicen a uno: “Póngase esta bata y quédese como Dios lo trajo al mundo” De pronto ocurre una regresión y te sientes como niño, es como quedar indefenso y expuesto a las manos de los que saben. La lucha inicia y el objetivo es que el paciente gane. Te explican que sentirás sueño y después… Después despiertas y sientes dolor, escuchas cuando te dicen: “Ya te operaron” Es cuando vuelves en si y te cae el veinte. Fue en ese momento que reflexione en la brevedad de la vida; lo que significa cuidarse.
Ella no se hubiera ido si yo hubiera sido más cuidadoso, si desde hace tiempo me hubiera echo un chequeo medico y hubiera cambiado mi forma de alimentarme. Cuanta grasa, cuanta comida que es tan rica; pero que daña tanto. Ella se ha marchado; pero se pueden ir otros más; sino hago cambios pertinentes y medulares en mis hábitos alimenticios. Hoy me hace falta; mañana podría protestar otro de los míos retirándose, y así; irme quedando solo y morir lentamente.
Cada vez que me veo al espejo y contemplo la gran herida que ella dejo con su partida; digo: “Perdóname vesícula mía, no te supe valorar”
Que afortunados son los que aún tienen la vesícula y nunca se han tenido que operar. Que bueno es saber que se está sano. Pero; ¿Qué de los que no saben como están, y que nunca tienen tiempo para hacerse un chequeo? Ahora entiendo que es de sabios invertir tiempo y dinero visitando a un medico para saber como estamos. Se gasta en tantas cosas, menos en la salud. El cuerpo es tan noble y aguanta; pero cuando protesta, a veces es demasiado tarde.
Ella se ha ido, tal vez anticipadamente; cumplió su propósito en esta vida, falta que yo siga cumpliendo el mío. La lección que esta experiencia me enseña es: “Para gozar de buena vida, no solo es necesario comer; sino saber hacerlo”.
Para finalizar esta historia solo me resta: Agradecer a Dios por la oportunidad de la vida, a mi esposa Viviana por acompañarme cincuenta y dos horas en la burbuja del tiempo (el IMSS), a mis hermanos Norberto y Eddy por su solidaridad económica en este trance, a mi cuñada Martha por su apoyo, a mis padres y suegros por sus cuidados y preocupación. A los hermanos de la Iglesia Cristiana “Nuevo Nacimiento” y otras congregaciones por sus oraciones. Y claro; no puede faltar el equipo de médicos y enfermeras del IMSS Huixtla, liderados por el Dr. Castellanos y el Dr. Juárez Corrales, que estuvieron en este proceso difícil y que fueron parte del guion de esta historia. Sin su invaluable apoyo y vocación de servicio no hubiera sido posible mi recuperación. Mi agradecimiento por su gran labor humana y pericia profesional.

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