jueves, 17 de septiembre de 2009

Tiempo de crisis.

Por: Lustein Baldemar López Alcázar.

Estábamos en la recta final del año dos mil ocho, cuando los medios de comunicación difundieron la noticia de la crisis económica que hoy afecta a varios países. De pronto, el dólar comenzó a subir y el peso se vino abajo, el precio del petróleo se desplomó y la reserva de nuestro país está en desventaja. Estamos pagando muy caro el hecho de ser vecinos, aliados, colindantes, clientes, etc. de los gringos. Las palabras; capital financiero, recesión económica, índice dow jones y el famoso producto interno bruto, son muy familiares últimamente a nuestros oídos. Aunque la mayoría no entienda de que tratan esos conceptos. Lo que si sabemos, es que la economía no anda bien y eso porque lo reciente el bolsillo y lo refleja la carestía de la vida. No porque sepamos de números y de factores económicos.
Los ministros de economía, secretarios de hacienda de diversos países, diseñan estrategias para hacer frente a la crisis, para garantizar capital y empleo. Ya que el daño es internacional.
Llantos, enojo, tristeza e impotencia se refleja en el rostro de muchos que han perdido todo lo invertido; algunos hablan del ahorro de toda una vida.
Sin embargo, parece que la famosa crisis no afecta. Siempre veo a la gente comprando, planeando gastos y un sinfín de cosas que reflejan disponibilidad económica.
Recientemente, el empresario Carlos Slim declaraba, que no quería ser catastrofista pero que lo peor estaba por venir. Algunos lo tildaron de exagerado. Lo cierto es que a cualquiera le genera preocupación sus declaraciones, porque lo dice alguien que es poseedor de mucho dinero. Pues si se quejan los ricos; ¿Donde quedan los pobres? Cualquier persona ya sea padre de familia ó madre soltera piensa en su responsabilidad familiar; la comida, los estudios, etc.
A veces pienso: ¿No es la misma historia de cada sexenio? Desde que tengo uso de razón, siempre hemos estado en crisis, siempre la gente se queja de que no hay dinero, del desempleo, la pobreza y la delincuencia. Todos añoran los años en los que el peso valía, la época en que se dejaban las puertas abiertas, el tiempo en que con poco dinero se compraba mucho. Crisis económica siempre ha existido. Desde que el neoliberalismo nos invadió, cada vez nos acercamos a perderlo todo. Latinoamérica es cada vez más pobre. Parece que lo único que le queda a los países latinos es organizarse en bloque para poder sobrevivir, porque de lo contrario veremos a un gigante devorarnos.
La preocupación sigue estando en lo económico; pero la verdadera crisis, la que no afecta al bolsillo sino al corazón, es la que menos importa. La crisis de valores, la falta de identidad. La que tiene que ver con actitud, más que con la liquidez económica; esa está olvidada.
Nuestro país y nuestra sociedad sufren por la falta de seguridad, la violencia, la drogadicción. Las patologías sociales nos golpean y nos hacen cada vez más vulnerables en nuestras bases para construir una sociedad mejor.
Así como se buscan culpables de nuestras crisis económicas, también necesitamos saber donde se origina la crisis familiar. Debemos volver al plan inicial, lo que Dios diseño como el lugar en donde los seres humanos reciben la formación para ser individuos de bien. Y esta es la familia.
Si de administrar para enfrentar la crisis se trata, se debe administrar y presupuestar para la familia. Se invierte para el futuro incierto, se vive aún con diseños arcaicos productos del pasado mal planeado y se deja de vivir el presente.
La familia merece el principal cuidado y no se debe pensar en proveer todo, quitándole lo esencial.
La crisis de las familias se esta reflejando en la sociedad. La falta de tiempo de calidad para los hijos, comunicación pésima, desamor, falta de atención. Tales deficiencias son sustituidas por celulares costosos, equipos de cómputo, juguetes caros, ropa de marca, y todo lo que ayude al encierro emocional del individuo.
La crisis económica puede ser superada, pero de nada sirve tener dinero, si la familia sigue en crisis.

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